La obra era un regalo del arquitecto Gropius a su entonces esposa, Alma. Durante la II Guerra Mundial, Alma, huyendo de la persecución nazi, se exilió en EE UU y dejó el cuadro en depósito en la galería. Pero, sin que ella lo supiera, su padrastro, simpatizante de los nazis, se lo vendió al museo. Hasta su muerte, en 1962, Alma reclamó el cuadro. Ahora, la Corte austriaca obliga a que se lo devuelvan a su heredera, su nieta Marina.
Austria ha creado un catálogo (www.kunstrestitution.at) con 5.000 obras robadas por los nazis, para facilitar su recuperación.
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